hace unos dias, me levanté y fui directo al lavabo -ahora me lavo la cara como una forma empezar a ocupar el día-. al mirarme en el espejo, descubrí algo extraño. me examiné y me di cuenta que eran mis ojos. eran mucho más grandes de lo que recordaba o, al menos, eran mucho más grandes que el día anterior. no quise preocuparme y lo olvidé. prefería comentar el extraño suceso con alguién más sabio que yo. por la noche, mi padre me dijo: -la costumbre siempre acaba engañando a la razón-.
hoy me he acordado, porque, al parecer, no soy el único que se ha dado cuenta. los niños, que prefieren la estimáción clásica frente a la bayesiana -tan llena de prejuicios-, cuando me ven, lo saben. algunos se asustan pero otros me inspeccionan detenidamente. y yo me alegro, porque se que esa curiosidad nunca les va a hacer daño.